CON LA LLEGADA DEL VERANO HAY QUE EXTREMAR LA PREVENCIÓN.
El sol y sus riegos
Llegó el verano y es fundamental cuidar nuestra piel de manera especial. El aumento de los peligros tiene que ver con que ahora el sol daña más. El sol directo hace mal, pero nos gusta tomarlo. ¿Qué hacemos? “Cuidarnos. No queda otra”, dice Stengel. Lo primero a tener en cuenta es en qué horarios se puede tomar sol y en cuáles no. “Entre las 10 y las 16 no hay que exponerse porque los rayos ultravioletas son más dañinos. Si estamos al aire libre, hay que buscar siempre una sombra”, explica Andrés Politi, cocoordinador de la Campaña Nacional de Prevención del Cáncer de Piel que organiza la Sociedad Argentina de Dermatología.
La otra clave para cuidarse es la protección. No hay que confiarse cuando el sol no está. “Las radiaciones ultravioletas pasan a través de las nubes, por eso los días nublados son los más traicioneros. Además de los protectores, hay una serie de objetos aliados que colaboran en la batalla anti ultravioleta. Los sombreros de ala ancha, las remeras amplias y los lentes con filtro UV ayudan a tapar lo que siempre queda al descubierto, como la cara, los hombros y el escote. Tendemos a cuidarnos los lugares donde más se notan los efectos del sol o donde nos arde, pero con eso no alcanza. “En las mujeres, la mayor incidencia de lesiones que pueden derivar en melanoma no está en el rostro ni en el torso, sino en las piernas.
Cuidados especiales
Las embarazadas corren más riesgos. Las idas y vueltas hormonales las someten a cambios de pigmentación que empeoran con el sol. Los chicos también la pueden pasar mal. Se calcula que a los 18 años una persona ya recibió el 80% de las radiaciones de toda su vida, por eso hay que cuidar a los chicos desde que nacen. Hasta el primer año, los bebés no deben estar expuestos a sol directo.
10 MANERAS DE PROTEGERSE
Tomar sol de manera segura. La exposición debe realizarse antes de las 10 o después de las 16, siempre con protector solar. Para esto, la regla de la sombra resulta muy útil: no hay que exponerse al sol cuando la sombra es más corta que la estatura. El protector debe renovarse cada 2 horas y colocarse media hora antes de la exposición.
Tener en cuenta el fototipo de piel. La capacidad de adaptación al sol que tiene cada persona es genética y depende del conjunto de características que determinan si una piel se broncea o no, cómo y en qué grado lo hace. Cuanto más baja sea esta capacidad, menos se contrarrestarán los efectos de las radiaciones solares en la piel.
En general, las pieles mate pueden usar factores de protección entre 15 y 20, y las pieles sensibles, entre 30 y 60. Pero esto también está sujeto a otras cuestiones, como los antecedentes y la presencia de lunares y manchas. Por eso, lo mejor es hacer una consulta con el dermatólogo para que evalúe el caso.
Cuidado especial de los niños. Los niños menores de 6 meses no pueden exponerse al sol, porque su sistema de defensa no contrarresta los daños de la agresión UV.
En la playa. Asegurarse de pasar las peores horas a la sombra, cubrirse el cuerpo con ropa clara y, si es posible, usar un gorro de ala ancha.
Bronceado duradero. El mejor bronceado es el que se adquiere lentamente. Arrebatar la piel es muy dañino, pero, además, el bronceado dura menos. También se recomienda consumir beta carotenos presentes en verduras, frutas y hortalizas, que son protectores naturales y pueden mejorar el tono del bronceado.
Hidratarse. Se aconseja tomar mucha agua y aplicarse crema humectante después del baño. La piel expuesta al sol se deseca muchísimo, por lo tanto, deben elegirse protectores que contengan humectantes y antioxidantes.
Para quemaduras. Si la piel está colorada, lo mejor es colocarse una buena crema con derivados del aloe vera. No debe utilizarse la planta directamente ya que no contiene principios activos.
Otros métodos de bronceado. La cama solar está contraindicada. Tampoco deben utilizarse aceites que no protegen la piel en absoluto y facilitan las quemaduras. El autobronceante está permitido, pero hay que buscar uno adaptado a la piel para que quede un efecto natural. También pueden usarse los protectores con acelerador de bronceado que estimulan la formación natural de melanina.
Prevención. Con la protección lo que se busca es prevenir el cáncer de piel, que es el más frecuente en el mundo, además de la aparición de manchas y arrugas. Debido al adelgazamiento de la capa de ozono hay más intensidad de irradiación, y Argentina es uno de esos lugares.
ES ENTRE UN 40% Y 60% MÁS DELGADA QUE LA DE UN ADULTO
La piel de los bebés es entre un 40% y un 60% más delgada que la de un adulto, lo que le confiere mayor permeabilidad a muchas sustancias. Por eso, los medicamentos que se le aplican (cremas, pomadas, ungüentos) deben ser utilizados en baja concentración y duración, y siempre de acuerdo a la recomendación del pediatra.
Además, por su propia condición, la piel propia de los bebés favorece la pérdida de agua y calor. Y por la escasa cantidad de glándulas sebáceas tampoco cuenta con lubricación natural. Por estas características especiales, la piel del bebé -y fundamentalmente la del recién nacido- requiere de cuidados específicos con la llegada del calor, la humedad y la mayor exposición.
El calor del verano hace que la piel se humedezca muy fácilmente provocando irritaciones y la aparición de dermatitis. Para cuidar esas zonas en donde la humedad es mayor (como pliegues, rollitos y la piel debajo del pañal) es importante mantener una buena higiene. La limpieza adecuada es fundamental para evitar paspaduras e irritaciones, en especial en los primeros meses de vida en que está extremadamente sensible y puede resentirse más fácilmente.
La ropa del bebé es otro punto a tener en cuenta para mantener su piel siempre sana y protegida. Las prendas de algodón y de hilo de colores claros son ideales porque son suaves y naturales, y evitan posibles irritaciones y alergias de la piel. Controlar siempre la temperatura del cuerpo del bebé y adecuar las prendas al clima ayudará también a prevenir estas lesiones dermatológicas.
El roce con el pasto, la tierra, los pisos áridos o húmedos, o el roce con la misma piel (como ocurre en la zona del cuello), favorece la aparición de leves paspaduras, provocando una lesión o enrojecimiento localizado.