Por el Dr. Iván Rollán (neurólogo)
El accidente cerebro vascular -actualmente llamado ataque cerebral (AC)- se presenta cuando hay una falla en la circulación de sangre en el cerebro, pudiendo ser por una obstrucción (Isquémico) o por una rotura del vaso sanguíneo que origina un sangrado (Hemorrágico).
El AC es la segunda causa de muerte en el mundo y primera causa de discapacidad permanente. En Argentina se estima que habría 126.000 casos por año (hay un AC cada 4 minutos).
Si bien en la actualidad el reconocimiento precoz y su asistencia inmediata en centros especializados donde se puedan instaurar tratamientos nuevos han logrado disminuir las secuelas de esta afección, uno de los objetivos principales es lograr actuar antes de que suceda el evento: “prevenir”. Para ello debemos disminuir los factores de riesgos. Hay dos tipos de factores de riesgo: Los No Modificables (por ejemplo, edad, herencia, etc.) y Los Modificables (tales como hipertensión HTA, tabaquismo, obesidad, sedentarismo, diabetes, etc.).
A estos últimos nos referiremos detalladamente pues si disminuimos la presencia de estos factores modificables se reduce considerablemente las posibilidades de padecer un evento de este tipo.
La HTA esta presente en el 80% de los pacientes con AC y su adecuado control reduce el riesgo de presentar un AC en un 40%.
El tabaquismo cuadriplica la posibilidad de presentar un AC, y hoy se sabe que al dejar el cigarrillo, a los 5 años se produce una disminución de este factor de riesgo. La diabetes no controlada aumenta la posibilidad de tener un AC entre6 a 10 veces.
Evitar el sedentarismo, con actividad física aeróbica como mínimo 30 minutos 3 veces por semana reduce un 30% la posibilidad de presentar un AC. Niveles altos de colesterol y obesidad (circunferencia abdominal en la mujer por más de80 cm y en el hombre más de 90 cm ) también aumentan considerablemente la posibilidad de padecer un AC.
Si bien la lista de factores de riesgo es mayor, pero con los antes mencionados abarcamos la gran mayoría de pacientes que padecen un AC.
El control de estos factores no requiere de mayor complejidad que consultar con su médico de cabecera y adoptar cambios en los hábitos de vida. Ello redundará en su beneficio, pues al disminuir francamente la posibilidad de presentar un AC, se evita el riesgo de vida o peor aún padecer secuelas importantes con los severos problemas familiares, económicos y sociales que ello conlleva y una muy mala calidad de vida en muchos casos.
El AC es la segunda causa de muerte en el mundo y primera causa de discapacidad permanente. En Argentina se estima que habría 126.000 casos por año (hay un AC cada 4 minutos).
Si bien en la actualidad el reconocimiento precoz y su asistencia inmediata en centros especializados donde se puedan instaurar tratamientos nuevos han logrado disminuir las secuelas de esta afección, uno de los objetivos principales es lograr actuar antes de que suceda el evento: “prevenir”. Para ello debemos disminuir los factores de riesgos. Hay dos tipos de factores de riesgo: Los No Modificables (por ejemplo, edad, herencia, etc.) y Los Modificables (tales como hipertensión HTA, tabaquismo, obesidad, sedentarismo, diabetes, etc.).
A estos últimos nos referiremos detalladamente pues si disminuimos la presencia de estos factores modificables se reduce considerablemente las posibilidades de padecer un evento de este tipo.
El tabaquismo cuadriplica la posibilidad de presentar un AC, y hoy se sabe que al dejar el cigarrillo, a los 5 años se produce una disminución de este factor de riesgo. La diabetes no controlada aumenta la posibilidad de tener un AC entre
Evitar el sedentarismo, con actividad física aeróbica como mínimo 30 minutos 3 veces por semana reduce un 30% la posibilidad de presentar un AC. Niveles altos de colesterol y obesidad (circunferencia abdominal en la mujer por más de
Si bien la lista de factores de riesgo es mayor, pero con los antes mencionados abarcamos la gran mayoría de pacientes que padecen un AC.
El control de estos factores no requiere de mayor complejidad que consultar con su médico de cabecera y adoptar cambios en los hábitos de vida. Ello redundará en su beneficio, pues al disminuir francamente la posibilidad de presentar un AC, se evita el riesgo de vida o peor aún padecer secuelas importantes con los severos problemas familiares, económicos y sociales que ello conlleva y una muy mala calidad de vida en muchos casos.
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