jueves, 9 de mayo de 2013

 

NUTRICIÓN / CON EL FRÍO NUESTRO CUERPO CONSUME MAYOR ENERGÍA


Hay que nutrirse para el otoño
y la dieta debe estar a tono


Con la llegada del otoño también se retoma totalmente el ritmo de las actividades habituales. Sin embargo es necesario un período de adaptación a la nueva estación, ya que hay menos horas de luz y comienza a hacer más frío. Por eso se necesita más energía. Y nuestra energía proviene de la alimentación. Esta mutación meteorológica del verano al invierno obliga al organismo a una serie de cambios y adaptaciones. Hay que prepararse para hacer frente al descenso de las temperaturas y eso lo hace el cuerpo a través de un mayor consumo de energía que demanda el centro cerebral de regulación térmica.
El mayor gasto de energía es uno de los factores que influyen en la capacidad de defensa frente a los gérmenes. Y como también el tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de muchos virus y bacterias aumenta el peligro de infecciones, especialmente del aparato respiratorio.
La disminución de las horas de luz solar influyen a través de la estimulación de los centros cerebrales y sus conexiones con el sistema hormonal en el incremento de los problemas de depresión y empeoran algunas manifestaciones psicosomáticas típicas como pueden ser las gastritis y las úlceras de estómago.
Y todo ello empeora en las ciudades, las mejores fábricas de estrés que ha inventado la civilización, con la contaminación, el tráfico y la vuelta al trabajo que contribuyen a aumentar las tensiones, las depresiones y los padecimientos gástricos.
Para hacer frente a estas situaciones que irremediablemente afectan la salud, lo mejor es mantener una dieta equilibrada que en esta época debe incluir una mayor cantidad de proteínas y grasas para compensar el incremento del gasto calórico y las necesidades que impone el tiempo más frío.
Conviene comenzar a incluir en la dieta los platos que se dejaron de lado durante el verano, como sopas, legumbres y guisos con carne o pescado, alternados con una buena cantidad de verduras, ensaladas y frutas. Asimismo, es preciso aumentar la ingesta de lácteos para compensar el descenso de la síntesis de la vitamina D en el organismo. Yogures, quesos frescos y todo tipo de derivados lácteos son un buen complemento para la dieta ya que, además de su riqueza en calcio, aportan proteínas y lactosa que ayudan a la transición entre la alimentación liviana del verano y la más contundente del invierno.
La dieta mediterránea es probablemente una gran aliada en la alimentación otoñal. Para suministrar las vitaminas esenciales están los frutos de temporada, aquellos de color amarillo oro: como la calabaza que suministra una gran cantidad de vitamina A; el caqui y las ensaladas de otoño con endibias.
Los tomates, que todavía siguen siendo ricos y sabrosos, y como condimento de las pastas, con albahaca y aceite de oliva extra virgen. También las carnes blancas y el pescado son fundamentales en esta estación del año, óptimos también los congelados, tan válidos desde el punto de vista nutritivo y de sabor como los frescos. El vino, siempre en cantidad moderada, es un complemento perfecto en la mesa otoñal.
Una pieza fundamental de la alimentación preventiva de otoño es la fruta que precisamente la naturaleza brinda en el momento adecuado. Durante esta época comienzan a madurar los cítricos: Naranjas, mandarinas y pomelos, que son las mejores fuentes de vitamina C, y tienen propiedades antiinfecciosas, que ayudan al organismo frente a los virus propios de la época.

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